Y Alberto Garzón claudicó

El titular que ha hecho Alberto Ortiz en elDiario.es resume perfectamente el informe que Alberto Garzón ha presentado a la Coordinadora de Izquierda Unida. Dice así: “Alberto Garzón propone un “frente amplio” de la izquierda en el que Sumar sea “un partido más”. No es necesario leer una letra más del informe, en el titular está todo. Se acabó la confluencia, se acabó el proyecto SUMAR tal y como fue inicialmente pensado.

IU, siguiendo a Podemos, que hace unos días obligó a su afiliación a tomar partido, negando la doble militancia, ha decidido volver al “frente amplio”, que propusiera Anguita hace ya alguna década. El resultado sólo puede ser una nueva sopa de letras, cuyo recorrido está sobradamente experimentado, no conduce a ninguna parte. Hasta hace algún tiempo, el mantra de la unidad de la izquierda terminaba aglutinando una buena suma de votos, pero eso ya no ocurre en las últimas elecciones. El desengaño de la ciudadanía ha llegado al límite. No es tiempo de frentes y no hay amplitud posible para los mismos.

Al mismo tiempo que Garzón leía este informe y era aprobado casi unánimemente por la Coordinadora de IU, SUMAR organizaba un acto público en Madrid para seguir construyendo el proyecto político en el que viene trabajando desde hace un año. Este acto antecede a la asamblea constituyente que SUMAR celebrará antes de finalizar el año, donde se convertirá en un partido político, con un programa de largo plazo, más allá de cualquier coyuntura de coalición electoral. Los caminos son cada vez más divergentes.

No sabemos cómo se resolverá la contradicción. Los partidos estatales de la izquierda han decidido no integrarse en SUMAR, no confluir. SUMAR ha decidido seguir adelante. Veo muy difícil que se pueda conjugar un programa a largo plazo con la formación de cualquier tipo de frente, algo muy viejo respecto al programa que se está construyendo, además de ser anacrónico. Tenemos la duda de si los partidos del Pacto del Turia lograrán encajar o no en SUMAR, dentro de una estructura federal. Lo que es seguro es que el tiempo de los frentes ha pasado, estamos en época de transversalidad, no de frentismo.

Tal y como está la situación, se avecinan tres propuestas en el espacio político ocupado por la izquierda: la socialdemócrata, el frente amplio o Unidas Podemos, y SUMAR. Tiene todos los visos que SUMAR no se presentará como una nueva izquierda, sino como un espacio transversal, muy poco revolucionario, aunque atento, eso sí, al deterioro del planeta, a la desigualdad social y a la equidad de género. Es algo sencillo, pero preocupado por las necesidades concretas de la gente. Esto será así, si SUMAR logra escapar al mantra de la unidad de la izquierda. En otro caso, los frentes servirán para darnos unas vacaciones electorales, incluso a los más empecinadamente militantes.

Marcelino Flórez

Cuatro meses después: ¿Qué pasó con VTLP?

Esta vez no ha habido análisis de los resultados de las elecciones municipales del 28M de 2023 en Valladolid. La decepción en el seno de VTLP ha sido tan grande, que no ha habido capacidad para analizarlo. Y es muy comprensible, porque la gestión municipal de las tres concejalías de VTLP durante ocho años merece el calificativo de excelente, no sólo por el mucho esfuerzo realizado y por la limpieza y transparencia, sino por la eficacia, que es reconocida universalmente: la recuperación de la gestión pública del agua y de otros servicios municipales, que ha sido ejemplo en todo el Estado; la participación ciudadana en los presupuestos y la gestión deportiva, que han merecido alabanzas de la vecindad y de las asociaciones deportivas; la reordenación urbana no especulativa y libre de corrupción, con la rehabilitación de viviendas en barrios enteros, incremento de la vivienda social, recuperación de patrimonio urbano en peligro, o la permeabilización de los barrios separados por la vía del tren.

¿Cómo es posible que, después de una gestión tan eficiente y tan limpia, VTLP haya perdido un concejal y no haya recibido sino un tercio de los votos que obtuviera ocho años antes? Es cierto que el viento soplaba en contra de lo que representa este espacio electoral en toda España y eso puede ser un factor explicativo, pero no es suficiente. También ha ocurrido que una parte de la buena gestión de VTLP haya podido ser rentabilizada por el PSOE, partido mayoritario en la coalición electoral gobernante. Pero esto sí que requiere explicaciones. ¿Cuáles son las razones por las que VTLP se ha diluido a la vista de los votantes vallisoletanos, por qué no ha logrado diferenciarse de su socio de gobierno, por qué no ha logrado construir una personalidad propia? Para estas preguntas, si no explicaciones, sí tengo alguna opinión.

VTLP ha sido desde su nacimiento una entidad líquida, inconsistente, y ha sido así por propia voluntad, no por imperativos ajenos. Nació como un movimiento político municipalista, cuya intención era aglutinar diversos partidos y el máximo posible de movimiento social del entorno, pero se constituyó formalmente como una coalición de partidos. Eso fue así por necesidades legales, digamos, pero finalizó siendo la opción deseada por la mayoría de las pocas personas que terminaron siendo activas en el movimiento inicial y, sobre todo, la opción del partido hegemónico, Izquierda Unida. Este carácter de coalición de partidos y no de confluencia social y política se ha visto reforzado con la inclusión de Podemos en estas últimas elecciones municipales.

La estructura orgánica adoptada por VTLP ha determinado su falta de personalidad, el carácter líquido o fluido de la organización, que, por no tener, no ha sido capaz de tener una sede, un punto de referencia a lo largo de ocho años. Una sede es lo primero que reclama una entidad autónoma. Mirad qué bien lo cuenta Iñigo Errejón en su libro Con todo. De los años veloces al futuro:

“(…) la comunidad siempre es territorial, se hace compartiendo y socializándose en determinados espacios, teniendo lugares propios. Ser algo en común es juntarse. Son bares, claro. Hobsbawn afirma literalmente que ‘la clase obrera inglesa se hizo en un bar’. Como las tabernas de la socialdemocracia alemana o los casales. (…) Sigo pensando que hacer comunidad requiere, entre otras cosas, juntarse y tener lugares propios que desbordar en primavera y en los que resguardarse en invierno”.

“(…) tener una sede es fundamental, es la nave nodriza, el campamento de operaciones, la base; sin ella no hay concentración ni cooperación. Hace grupo, sirve para pensar, tomar decisiones, organizar. Y hacer vida en la sede fortalece la confianza, hace grupo. Una sede tiene que ser una guarida a la que mola ir”.

La carencia de sede ha sido una decisión totalmente consciente y voluntaria de la mayoría de la organización y plenamente coherente con la forma de coalición adoptada. Esto ha determinado la invisibilidad de VTLP y, sobre todo, la imposibilidad de crear grupo, de aglutinar movimiento social, de debatir, de planificar, de movilizarse unitariamente.

Además, la carencia de sede va unida a la carencia de personalidad jurídica y eso es demoledor. Así lo razona Errejón: “A mí me parece estupendo que se parezca lo menos posible a un partido, pero algo necesitamos tanto a nivel jurídico como de organización. Llámalo equis, pero es necesaria una estructura que sume gente, que reparta tareas y defina prioridades, que permita pensar juntos. Un agregador de voluntad colectiva. No se puede solo depender de las olas. Sin estructura no hay democracia ni toma de decisiones ni posibilidad de reproducirnos. Hace falta mucha organización para que las organizaciones sean livianas, alegres, espontáneas”.

Algo tan etéreo como VTLP tiene muchas dificultades para atraer el voto ciudadano. Cuando no se sabe de qué tipo es una organización, el votante reflexivo prefiere enviar su voto a una entidad segura, más aún si forma gobierno de coalición con aquella entidad líquida. Y no digamos si se sospecha que esa entidad líquida es correa de transmisión de otras fuerzas políticas.

¿Pero existe alguna razón para que la mayoría de VTLP y, particularmente, la afiliación de IU se haya opuesto a dotar de personalidad al movimiento municipalista? En primer lugar, hay que reconocer que todos los partidos coaligados prefieren esa forma jurídica, porque eso les garantiza su financiación, que es la base para su pervivencia como entidad autónoma, con sede propia incluida. En el caso de IU, se da la circunstancia de que la asamblea vallisoletana estaba partida exactamente a la mitad entre los partidarios de la coalición y los que no veían con malos ojos la confluencia. El caso es que, para no perjudicar los equilibrios internos, todos optaron por la coalición. La llegada de Podemos, que se niega radicalmente a ocultar sus siglas, no ha hecho sino reforzar lo que venía ocurriendo. El resultado está a la vista: ocho años sin dar un solo paso para conformar un movimiento municipalista autónomo, dos concejalías menos y pérdida de dos tercios de votos.

Si a esto unimos los vaivenes electorales, tanto en el ámbito regional, como en el estatal, de los partidos coaligados, que unas veces han estado juntos y otras radicalmente enfrentados, podemos comprender la desafección de los votantes. Ni siquiera un trabajo excelente de una concejala y dos concejales ha podido paliar los efectos devastadores de una estructura quebradiza, pero voluntariamente adoptada. La apariencia de confluencia no ha podido ocultar la realidad de unos partidos caducos y desautorizados, que han preferido su pervivencia a cualquier otra cosa. Lo malo es que exactamente lo mismo está ocurriendo en SUMAR.

Marcelino Flórez

SUMAR, no restar

El resultado de las elecciones del 23-J deja algunas cosas claras: Feijóo se aleja de la mayoría pronosticada; el PSOE puede llegar a formar gobierno; VOX comienza a desinflarse; SUMAR consolida una posición política; los nacionalistas vascos de izquierda crecen; los nacionalistas catalanes se hunden; los partidos del Acuerdo del Turia resisten e, incluso, mejoran dentro de SUMAR (Compromís obtiene un diputado más; la Chunta Aragonesista llega al Congreso; Mès per Mallorca también accede al Congreso; y Más País mantiene dos actas en Madrid).

Más complicada se presenta la investidura de Pedro Sánchez y la formación de un nuevo gobierno, aunque son dos cosas que pueden caminar por separado y hay suficiente tiempo para llegar a algún acuerdo, sin necesidad de recurrir a nuevas elecciones, ya demasiadas veces repetidas.

De las cosas que dejan claras las elecciones, me interesa reflexionar y opinar sobre el nuevo partido, Movimiento SUMAR (SMR), principal organizador de la coalición de 20 partidos, 6 de ámbito nacional y 14 regionales, que se presentó a las elecciones con el nombre de SUMAR. A causa del adelanto electoral, SMR se vio obligado a formar una coalición en quince días, de lo que resultó una sopa de letras, en la que era difícil visionar la unidad del movimiento, si es que esa unidad era realmente posible, porque un partido, uno solo de los seis estatales, PODEMOS, se empeñó desde el primer momento en mostrar la diferencia y en su decisión de no integrarse en SMR, sino de mantener su propia identidad, separada y diferente, lo que ha ratificado la Secretaria General apenas conocidos los resultados electorales.

Todo es respetable y todo ha de ser respetado, pero el Movimiento SUMAR debe fortalecerse como partido y emprender una dirección precisa y segura. Quien lo desee que pueda integrase en él, quien lo prefiera que pueda seguir su propio camino. El mantra de la “unidad de la izquierda a la izquierda del PSOE” debe ser descartado definitivamente, primero porque no hay sopa de letras capaz de hacer creíble ese aserto y, segundo, porque SMR ha de tener una vocación mucho más transversal que “la unidad de la izquierda a la izquierda de la izquierda”. Es una cuestión de opciones, pero las bases están asentadas y las elecciones del 23-J lo han ratificado.

El nuevo partido deberá asentar algunos principios, que ya se han vislumbrado en el proceso de formación que ha seguido, conocido como etapa de escucha. Lo primero, ha de ser un partido federal, que respete e integre a las formaciones ya existentes y consolidadas en este proceso electoral: los del Acuerdo del Turia (Compromís, Mès per Mallorca, Chunta Aragonesista y Más Madrid), así como otras formaciones unitarias que puedan llegar a formarse o reconstruirse en territorios como Andalucía, Asturias, Galicia y otros lugares. Allí donde no existe esa tradición, SMR habrá de dotarse igualmente de estructura regional, añadiendo al nombre común el que se desee en cada Comunidad Autónoma.

Deberá haber un solo censo en el Movimiento SUMAR, segregado de forma federal por municipios, provincias y comunidades autónomas, porque así lo exige la estructura territorial del país y sus distritos electorales. En todo caso, se harán elecciones primarias, utilizando el censo que corresponda en cada ocasión: el estatal para las europeas; el provincial junto al estatal para las regionales y generales, diferenciando la cabeza de lista y líder a elegir de las candidaturas provinciales; el municipal para las municipales. Aunque se admita la doble militancia para aquellos partidos que no deseen disolverse, el censo oficial para cualquier proceso de primarias o para la participación en las asambleas será del censo de SMR. Lo mismo ha de regir para las finanzas, que serán únicas, repartidas por municipios y regiones. En ningún caso las finanzas deberán servir para sostener cualquier tipo de sopa de letras.

Establecidos los estatutos con estos y otros principios básicos, como son los fundamentos ideológicos, feminismo, ecologismo, cooperación, defensa de los derechos humanos, participación y democracia política, etc., debería confeccionarse el censo y celebrar una asamblea constituyente, que diese paso a la presencia del partido en cuantos municipios pudiera ser posible, con sus sedes y su actividad política permanente.

En mi estado de salud actual y con mi ya elevada edad, no tengo más posibilidad de militancia que pagar una cuota, pero no la pagaré, ni prestaré mi voto, si no se da fin a las sopas de letras y al mantra de la unidad bajo el que se cobijan. O se configura definitivamente un partido nuevo y autónomo o abandono mis más de cincuenta años al servicio de la unidad de la izquierda a la izquierda de la izquierda, bajo cuya excusa los leninistas de primera hora, sus herederos unitarios y los nuevos leninistas siempre han buscado ejercer la hegemonía.

Marcelino Flórez

El patetismo culpable de Tamames

Creo haber leído que Feijóo, en una de las reuniones privadas que mantuvo con Tamames antes de la moción de censura, le dijo que, si fuera su hijo, no le consentiría presentarse como candidato a la presidencia del gobierno. Si yo fuese su hijo, tampoco se lo habría consentido. Dejar constancia pública de su senilidad, de su narcisismo mórbido, de su negacionismo generalizado, que es prueba de una severa ignorancia, no es cosa que pueda agradar a ningún hijo. Tampoco me agrada a mí, a pesar de haber perdido toda confianza en el personaje, igual que López Rey, cuando Tamames con su voto tránsfuga desbancó al alcalde Barranco.  Aún así, mi consejo habría sido que desistiese de la tentación que le brindaron aquella noche de vinos y risas.

Pero Tamames, aunque patético, es culpable de todo lo que ha ocurrido en la moción de censura, no es inocente. Las argumentaciones se adecúan perfectamente a la ideología de la extrema derecha europea y americana: negacionismo del cambio climático, negacionismo de la ciencia médica, negacionismo de la democracia, negacionismo histórico.

Prestemos atención al negacionismo histórico. Comienza Tamames acusando al Gobierno de dictar “la historia de toda una nación” con la Ley de Memoria Democrática. Es una acusación absurda, pues la ley no es ningún libro de historia, sino una serie de reconocimientos para las víctimas del franquismo, así como la eliminación de los restos de exaltación de la dictadura franquista que aún persisten. Es un asunto de memoria, no de historia. La afirmación de Tamames, más que ignorancia de la historia, que es notoria por otra parte, manifiesta la desazón que ha producido en los simpatizantes del franquismo la aparición de las víctimas, saliendo de las fosas comunes, y la magnitud del crimen contra la humanidad sobre el que se fundamentó la dictadura. Ni más, ni menos.

La segunda tesis que formula Tamames es la tesis de la equidistancia: “se cometieron atrocidades en los dos bandos. Tratando de limitarlas ahora a sólo uno, es faltar a la verdad”. Lo primero, hay que marcar la mentira que formula cuando dice “limitarlas a sólo uno”. No conozco a nadie, ni desde perspectiva histórica, ni desde perspectiva memorialista, que haya dicho que sólo hubo crímenes en un bando. Eso es una invención de Tamames para reforzar su relato, pero sigue siendo un “hecho alternativo”, o sea, una falsedad. Lo segundo es la premisa de la equidistancia. Ya dijo Primo Levi que esa premisa representa un mal moral, porque equipara a víctimas y verdugos, garantizando de esa manera la impunidad de los verdugos. En este caso, es evidente: trata de exculpar los crímenes franquistas con el argumento de que también los republicanos cometieron crímenes. ¿Y qué?, habría que responder. No es necesario añadir una palabra más para que quede claro que lo que pretende Tamames con su relato es exculpar los crímenes franquistas. Por cierto, los únicos que no han sido ni clarificados, ni juzgados. Para estos no ha habido nunca una “Causa General”.

La tercera tesis es la recuperación de la afirmación franquista de que la causa de la guerra fue el mal gobierno republicano, causante de una imparable violencia, reflejada principalmente en la “revolución de octubre de 1934”. En el texto escrito no consta, pero en el discurso pronunciado Tamames añadió ahí que fue la causa de la guerra, citando sin ninguna precisión a Raymond Carr. Nunca he visto esa argumentación en este autor. Quizá Tamames, en su pretensión de mostrar erudición historiográfica, estaba pensando en Stanley Paine o en cualquier otro revisionista, pero erró el tiro. Esta es la principal tesis de los revisionistas, que niegan la realidad histórica, amparándose en los esfuerzos jurídicos que hicieron los franquistas para justificar el golpe de Estado, la guerra subsiguiente y el crimen contra la humanidad sobre los que fundamentaron su poder. La “justicia al revés”, como dijo en su día Serrano Suñer, el “cuñadísimo”.

La atribución de ilegitimidad a la República tiene su origen en una decisión de Franco en 1938, aunque pueden rastrearse algunos antecedentes de ese hecho, de crear una comisión de notables para demostrar la falta de legitimidad de la República. La tarea se concretó en el Dictamen de la Comisión sobre Ilegitimidad de los Poderes Actuantes en 18 de julio de 1936, que publicó la Editora Nacional en 1939, por una parte, y, por otra, en la Ley de Responsabilidades políticas, de 9 de febrero de 1939, cuyo artículo primero dice: «Se declara la responsabilidad política de las personas, tanto jurídicas como físicas, que desde primero de octubre de mil novecientos treinta y cuatro y antes de dieciocho de julio de mil novecientos treinta y seis, contribuyeron a crear o a agravar la subversión de todo orden de que se hizo víctima a España y de aquellas otras que, a partir de la segunda de dichas fechas, se hayan opuesto o se opongan al Movimiento Nacional con actos concretos o con pasividad grave». La argumentación, tanto de la Comisión, como de la Ley, decía que la República era ilegítima por dos razones, el “fraude electoral” que propició la victoria del Frente Popular, a lo que Fraga en 1958 calificaba de “golpe de Estado”; y el desorden social que los gobiernos republicanos propiciaron, que Fraga concretaba en la persecución religiosa, los conflictos sociales y la incapacidad para resolver la crisis económica. Estos mismos argumentos son los que ha defendido Tamames en la moción de censura. La historiografía desmontó hace ya muchos años estas falsedades, pero el neofranquismo sigue adscrito al bulo con el que Franco excusó su dictadura. La ignorancia no exime de responsabilidad, menos si es tan atrevida como en este caso.

Marcelino Flórez

Catedrático de Historia de Bachillerato, jubilado

Encuestas para la unidad

Desde hace unos meses otro fantasma recorre España, el fantasma de la unidad de la izquierda a la izquierda del PSOE. Encuestadores, periodistas, opinadores, dirigentes políticos, gente de la calle y hasta el presidente del Gobierno se han conjurado para reclamar la unidad a las fuerzas políticas que son situadas a la izquierda del PSOE. Sean encuestadores, tertulianos o líderes políticos, todos recurren a un solo argumento para fundamentar su opinión: así lo exige el sistema electoral para cortar el paso a la derecha. ¿Quién se atreve a discutir tan irrefutable argumento?

La cruda realidad, sin embargo, presenta un panorama político de extraordinaria pluralidad, con partidos que afirman de forma contundente su identidad: Izquierda Unida, Podemos, el Acuerdo del Turia (Más País, Verdes-EQUO, Compromís, Chunta Aragonesista, Mès per Mallorca), En Común y otros varios que no logran alcanzar representación en las instituciones, pero reafirman, año tras año, su identidad. ¿Quién, sea tertuliano o encuestador, se atreverá a ofrecer la fórmula para la unidad de esa pluralidad?

Aunque, en realidad, no es que no existan fórmulas o que no se hayan ensayado. En la última década hemos conocido varias formas de coalición, desde sopas de letras interminables a formas de síntesis extremas, con la presencia de las dos siglas “más representativas” exclusivamente. En todos los casos se ha podido comprobar que la unidad de la izquierda a la izquierda recoge menos votos convocatoria tras convocatoria. A pesar de esta experiencia, el argumento irrefutable sigue vigente: las encuestas aseguran que es peor ir solo que mal acompañado. Por ello, nadie, por muy representativo que se autoproclame, se atreve a probar el resultado de ir solo. El círculo se cierra y la unidad de la izquierda a la izquierda no da más de sí.

Para avanzar, es imprescindible escapar de la trampa argumental, incluyendo el miedo a las derechas, que ya hemos comprobado reiteradamente que no moviliza. Hay que dejar de pensar a corto plazo y poner la vista en lontananza, o sea, hay que escapar de la coyuntura electoral y prestar atención al proyecto, al programa capaz de dar respuesta a las demandas sociales objetivas: los efectos del cambio climático, la precariedad del trabajo asalariado, la necesaria equidad de género, la necesidad de los cuidados sanitarios, educativos, para la dependencia, para la conciliación familiar; en definitiva, fijarnos en lo que importa a la gente, enfrentado los intereses del individualismo capitalista. ¿Será esto en lo que están trabajado los 30 por 30 de SUMAR? Esperamos ansiosos la respuesta a esta pregunta.

Sea como sea, si nos cambian la pregunta, tendremos que cambiar la respuesta. No se puede seguir hablando de la unidad de la izquierda a la izquierda por miedo a las derechas ante un proceso electoral, sino de la incorporación a un proyecto concreto de cuidados de las personas. Hablamos de algo nuevo, que no se construye con las ruinas de lo viejo, sino con la libre adhesión de la gente. Es posible que esto no favorezca mucho la identidad de los partidos vigentes, pero hay que superar la contradicción y si alguno no se decide a disolverse en un proyecto común, que se atreva a dar un paso adelante y que aguante su vela en solitario, pero sin engañarse, ni engañarnos. A mí, con engaños, no van a levantarme del sofá el día de las elecciones.

Marcelino Flórez

Memoria de las víctimas, Historia y Política